La quema del año viejo, una
tradición que se mantiene en el Ecuador.
En 1895, la amenaza de una fiebre
amarilla en los habitantes de la ciudad de Guayaquil fue el inicio de la
tradicional costumbre de quemar el “Año Viejo”.
Según datos históricos señalan que como
medida de protección sanitaria, se recomendó confeccionar ramadas y monigotes
de paja con los vestidos de los parientes que habían fallecido. Estos eran
colocados en la vía pública el último día del año y a las cero horas se los
quemaba, a fin de ahuyentar la peste y con la esperanza de dejar atrás todo lo
malo, para iniciar un nuevo año lleno de ilusiones.
Con el transcurso del tiempo esta
tradición se fue extendiendo en todo el país hasta convertirse hoy en una
fiesta de diversión y reuniones familiares que ha logrado trascender en algunos
países del mundo.
El objetivo es despedir el año que termina quemando
con el monigote todo lo malo que pudo pasar con la esperanza de que el nuevo
año sea de prosperidad y alcanzar todos los éxitos personales y profesionales
que se proponga.
Antes del 31 de diciembre se inicia una gran fiesta
con el paseo de los monigotes con el protagonismo de “viudas” (hombres: niños, jóvenes
y adultos) que se disfrazan de mujeres, piden dinero; faltando 5 minutos para
las 24h00 del 31 de diciembre se da lectura al tradicional testamento,
preparado con mucho humor.
A las 00h00 se quema el año viejo, poniendo en práctica
las más diversas y divertidas cábalas como comer 12 uvas, correr con una maleta
alrededor de la manzana (calles que rodean la residencia), para que haya viajes
en el nuevo año.
Finalmente se abrazan con todos los seres queridos
y amigos, disfrutando del nuevo año al compás de la música, bebidas, comida y
golosinas.
Esta tradición genera ingresos económicos a los
distintos artesanos que dedican a la elaboración de monigotes quienes le dan
distintas representaciones de los sucesos más importantes ocurridos durante el
año en el Ecuador y el mundo.