sábado, 21 de diciembre de 2019


La quema del año viejo, una tradición que se mantiene en el Ecuador.
En 1895, la amenaza de una fiebre amarilla en los habitantes de la ciudad de Guayaquil fue el inicio de la tradicional costumbre de quemar el “Año Viejo”.
Según datos históricos señalan que como medida de protección sanitaria, se recomendó confeccionar ramadas y monigotes de paja con los vestidos de los parientes que habían fallecido. Estos eran colocados en la vía pública el último día del año y a las cero horas se los quemaba, a fin de ahuyentar la peste y con la esperanza de dejar atrás todo lo malo, para iniciar un nuevo año lleno de ilusiones.
Con el transcurso del tiempo esta tradición se fue extendiendo en todo el país hasta convertirse hoy en una fiesta de diversión y reuniones familiares que ha logrado trascender en algunos países del mundo.
El objetivo es despedir el año que termina quemando con el monigote todo lo malo que pudo pasar con la esperanza de que el nuevo año sea de prosperidad y alcanzar todos los éxitos personales y profesionales que se proponga.
Antes del 31 de diciembre se inicia una gran fiesta con el paseo de los monigotes con el protagonismo de “viudas” (hombres: niños, jóvenes y adultos) que se disfrazan de mujeres, piden dinero; faltando 5 minutos para las 24h00 del 31 de diciembre se da lectura al tradicional testamento, preparado con mucho humor.
A las 00h00 se quema el año viejo, poniendo en práctica las más diversas y divertidas cábalas como comer 12 uvas, correr con una maleta alrededor de la manzana (calles que rodean la residencia), para que haya viajes en el nuevo año. 
Finalmente se abrazan con todos los seres queridos y amigos, disfrutando del nuevo año al compás de la música, bebidas, comida y golosinas.
Esta tradición genera ingresos económicos a los distintos artesanos que dedican a la elaboración de monigotes quienes le dan distintas representaciones de los sucesos más importantes ocurridos durante el año en el Ecuador y el mundo.     


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